Despertó somnolienta entre un montón de recuerdos nubosos que
se iban con el amanecer. Como cada
mañana se quedó unos momentos atisbando
el cielo desde la ventana, esperando que el sueño se le escapara un poco de la
mente. Las imágenes venían de vez en
cuando y se iban con la misma facilidad con que llegaban; en verdad, nunca
esperaba recordar nada de la noche anterior, sólo disfrutaba de la comodidad de
su cama al despertar, con las sábanas más suaves que nunca y la calidez del
abrigo de la manta. Así, cerró los ojos una vez más con los primeros rayos de
luz dándole en la nariz, mas un recuerdo fugaz
se le atravesó frente a frente. Se dejo inundar por la evocación, que
más que una simple imagen lejana, parecía aún un hecho inminente. Poco a poco y sin esperar demasiado fue repasando
cada sensación, con destellos de lucidez que venían con frecuencia. Era como si en la
protección del inconsciente ella hubiera dejado fluir lo que más anhelaba su
alma, con el mismo miedo que esto suponía. Recordaba sentirlo cercano, aún
cuanto ella sabía que tanto en cuerpo como en mente él se encontraba muy lejos. Repaso como sintió lo mismo que tantas veces, tal
como si su conciencia le dijera que no era allí donde debía estar. Estuvo a punto de rendirse, más algo extraño
sucedió. Él tomo su mano en la oscuridad y ambos supieron que estaban ahí
cerca, tan sólo a una respiración de distancia. Aún tenía en el corazón alegre
por tal hallazgo más la certeza de que sería efímero el momento del recuerdo la
hizo adelantarse a la primera impresión y caer irremediablemente en la certeza de
que aún lo quería.