A la vista del luminoso camino confió en tu capacidad de elegir. No sé qué sería de mí si no estuvieras acá para elegir por mí. La vida ya es lo demasiada dura para que al terminarse esperen que uno tenga la mente lo suficientemente fría para elegir el camino correcto; además de que si nunca, o vagamente, lo hiciste durante tu estadía en la tierra, ¿Por qué precisamente ahora deberíamos ser capaces de hacer lo adecuado? Por eso, soy una eterna (literalmente) agradecida de ti. Yo sé que tu sabes dónde queda el paraíso que me hablaron cuando niña, los ángeles del olvido que deseo volver a ver, para recuperar ese conocimiento universal que busque en mi vida terrenal, los jardines donde corre mi cachorro negro, la casa de campo de los abuelos, la gente buena que ya no está. Aun no me has mirado… quizá en tus ojos haya cambiado el brillo diáfano que en mis recuerdos habitaba. La luz es más traslucida acá, en esta parte del recorrido, la guardare en mi reminiscencia un momento, para no olvidarla. Hay muchas partes del camino que no quiero olvidar… no quiero olvidar.
Imagina la felicidad y sencillamente ésta llega a tí. Imagina una sonrisa y ésta te hara reir.
viernes, 16 de marzo de 2012
jueves, 15 de marzo de 2012
Sillón rojo
Un sillón rojo al borde de la linea férrea. ¿Qué haría un sillón en perfecto estado al borde del ferrocarril? Aunque fue breve el momento en que yo, como pasajera del tren, lo vi, no pude menos que sentir curiosidad sobre su misión en la vida. Sería acaso, la de mirar el correr del viento entre los vagones de cuanto tren tropezara por aquel camino. O sería el asiento de millones de insectos que en él se adentraban a protegerse del ruido del motor. O alguien lo olvidó e intenta que lo vuelvan a encontrar. Aunque, sólo quizás, alguien lo dejo esperando mientras corría a perseguir el tren.
Raíces al descubierto
Mientras caminaba hacia el metro, vi un árbol con sus raíces al descubierto, pisadas millones de veces y envueltas en tierra suelta. Imagine que es lo que sentiría el árbol al ver sus raíces frente al escrutinio publico. Pensé de que sería de nosotros si nuestros miedos y añoranzas más profundas, se vieran sometidas al juicio publico, mas en medio de mi análisis, tropecé con una de esas raíces y casi caigo. Analogía, quizás, de andar pensando que los árboles tienen sentimientos al borde de la calle.
Confesión
Iba escribiendo en su cuaderno algunos versos silenciosos sobre ocurrencias del día, para que las vicisitudes del día no hiciesen merma en tan elaborados sentimientos. Sabía que el sol le daba de frente, iluminando su rostro y cabello, quien a la luz del astro rey, aumentaba algunos niveles de claridad (sonrío, coqueta). Se limitaba a escribir y de vez en cuando poner atención a la canción hippie que estaba escuchando. Sabía que él, en ese momento, la miraba. Quizás, por eso, estaba escribiendo. Más allá de la necesidad antes nombrada, había un dejo de capricho en su actitud de jovencita intelectual. Ya le había puesto el ojo cuando subió un par de estaciones más atrás. Él no la miró, sólo se sentó un para de asientos más allá y durmió con la boca abierta, pero eso no fue obstáculo para que su manera de joven de campo aristocrático tuviera menos importancia para aquellos ojos inocentes de verdad. Por eso, pensó, miraré en su dirección, tal como que miró el paisaje de su ventana. Él la miraba... se sonrío y enrojeció un momento, apartando la vista apresuradamente. Volvió a repetir el gesto, mas él estaba pendiente de la ventana. La estación destino llegaba, él se paro en seco a la puerta. Ella bajo la vista, quizá tenía prisa en llegar a su casa. Y mientras tomaba sus cosas, pensó que mejor así, la vida ya es complicada para pensar en amores de trenes, aunque la fantasía de su mente ya volara en una que otra añoranza de un mundo paralelo.
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