Imagina la felicidad y sencillamente ésta llega a tí. Imagina una sonrisa y ésta te hara reir.

jueves, 15 de marzo de 2012

Confesión

Iba escribiendo en su cuaderno algunos versos silenciosos sobre ocurrencias del día, para que las vicisitudes del día no hiciesen merma en tan elaborados sentimientos. Sabía que el sol le daba de frente, iluminando su rostro y cabello, quien a la luz del astro rey, aumentaba algunos niveles de claridad (sonrío, coqueta). Se limitaba a escribir y de vez en cuando poner atención a la canción hippie que estaba escuchando. Sabía que él, en ese momento, la miraba. Quizás, por eso, estaba escribiendo. Más allá de la necesidad antes nombrada, había un dejo de capricho en su actitud de jovencita intelectual. Ya le había puesto el ojo cuando subió un par de estaciones más atrás. Él no la miró, sólo se sentó un para de asientos más allá y durmió con la boca abierta, pero eso no fue obstáculo para que su manera de joven de campo aristocrático tuviera menos importancia para aquellos ojos inocentes de verdad. Por eso, pensó, miraré en su dirección, tal como que miró el paisaje de su ventana. Él la miraba... se sonrío y enrojeció un momento, apartando la vista apresuradamente. Volvió a repetir el gesto, mas él estaba pendiente de la ventana. La estación destino llegaba, él se paro en seco a la puerta. Ella bajo la vista, quizá tenía prisa en llegar a su casa. Y mientras tomaba sus cosas, pensó que mejor así, la vida ya es complicada para pensar en amores de trenes, aunque la fantasía de su mente ya volara en una que otra añoranza de un mundo paralelo.

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